Estas
momias se encuentran en el Museo, Templo y Ex – convento de Nuestra Señora del
Carmen, ubicado en la Colonia San Ángel, en la Alcaldía Álvaro Obregón, En la
CDMX.
En
una de las entradas se lee el siguiente texto: “BAJARÁS AL SEPULCRO EN MADUREZ,
COMO A SU TIEMPO SE RECOGEN LAS HACES DEL TRIGO”, es una sentencia de Job, del
capítulo 5, versículo 26, y parece ser el indicador para la siguiente leyenda.
Este
recinto se construyó en 1615, por la orden de los monjes carmelitas, y se fundó
por el religioso ingles Simón Stock.
Es
precisamente en este lugar en donde se encuentran las tan famosas momias, de las cuales, su
procedencia es tan oculta, que ha dado al surgimiento de numerosas historias de
todo tipo.
Algunas
de ellas datan de la época de la colonia, otras, se dice, que son el producto
de quienes se han atrevido a alterar la paz del lugar.
En
este último caso se encuadra la siguiente historia, una noche del año 1960, dos
jóvenes tomaron la decisión de aventurarse hacia el interior del edificio, que
para ese año, ya tenía tiempo de no profesar el culto para el que fue
construido.
La
apuesta era muy simple, pasar la noche completa dentro del recinto; así que se
armaron de una linterna, comida para esa noche, una buena cantidad de café y un
poco de licor.
Con
todos los aditamentos en sus mochilas, brincaron por una de las bardas y se
introdujeron entre los pasillos silenciosos y vacíos del claustro, lentamente
llegaron a la celda que en otros tiempos, había sido la habitación de uno de
los monjes superiores, se acomodaron para cenar, y al terminar se dispusieron a
descansar.
Todo
iba marchando bien, hasta que un grito desgarrador los sacó de su descanso.
Ayayay…ayayay, tened misericordia de mí, piedaaaaad…
Colmados
de miedo, pero también de curiosidad, decidieron descubrir de qué lugar
emanaban esos gritos, de pronto, escucharon otro grito, igual de lastimero:
vais a cometer un crimen en nombre dios quien decís, servís, deteneos.
Entonces
cayeron en cuenta, que lo que habán escuchado era castellano antiguo, y eso los
terminó de convencer de que tenían que descubrir lo que estaba pasando. Se
levantaron y comenzaron a bajar las escaleras, dirigiendo sus pasos a donde se
escuchaban los gritos.
Al
llegar al lugar de donde procedía el alboroto, quedaron inmovibles ante lo que
se presentaba ante sus ojos. Ante ellos, dos monjes azotaban con furia la
espalda de una monja que estaba atada con cadenas a otros dos frailes, y
estaban delante del altar donde actualmente se encuentran las momias.
Mientras
la monja pedía clemencia y que se detuvieran, un hombre vestido de negro y muy
molesto le gritaba en la cara: vuestro fanatismo os condujo a que mi padre
perdiera la vida en el patíbulo.
Inmediatamente
después de esto, un fraile desenrollo un pergamino y dio lectura a lo
siguiente: este santo tribunal, basado en las reglas eremitas, os condena a ser
enterrados vivos.
En el
suelo, había tres grandes huecos, que parecían fosas, y cada uno de los
caballeros, así como la monja, fue arrojado con todo y cadenas al interior,
para después, clavar unas enormes tarimas encima de las tres fosas.
Los
jóvenes se encontraban estupefactos por lo que estaban viendo, sin saber que
faltaban algunas cosas por ver. Uno de los mojes superiores de la orden, dijo
con una sepulcral voz: repetid la sentencia de jeremías, y todos a coro
respondieron: MALEDICTUS QUI FACIT OPUS DEI NEGLIGENTER.
Cuando
el eco se desvaneció, el fraile superior indicó a los otros dos condenados sus
respectivos sitios: entrad ustedes dos y recibid vuestro castigo. Y los dos se
dirigieron sin queja alguna, y precedieron a emparedarlos con mezcla y
tabiques.
Los
jóvenes, asustados y creyendo que era una secta religiosa, se acercaron a los
religiosos para recriminarlos, y al darse cuenta que bajo los hábitos solo se
encontraban rostros descarnados, salieron del lugar lo más rápido que pudieron.
Por supuesto, nadie les creyó la historia, aunque la narraron muchas veces.
Ahora
bien. La siguiente historia es la acontecida durante la colonia, y explica lo
que vieron estos jóvenes aventureros.
Se
cuenta que a finales del siglo XVI, arribaron los hermanos Carreto, Nicolo y
Vittorio a la Nueva España. Su viaje no era de placer, y su tristeza aumento,
cuando al pasar por la plaza mayor vieron todavía los restos de una hoguera.
Se
encaminaron a encontrarse con maese Zavala, y se enteraron de los males que
caían sobre su familia. Los enteró de que tres días antes había perdido la vida
su padre en la hoguera, y que el cargo había sido hereje formal, apóstata,
dogmatizante, practico y especulativo.
Su
molestia fue muchísima contra la iglesia, y aumentó de grado y fuerza, al
enterarse de que su hermana había ingresado como novicia en el convento de las
carmelitas.
Entonces
decidieron retirar a su hermana de ese lugar a como diera lugar, le confiaron
su plan a Zavala y se fueron a cumplir con su empresa. Aunque nadie lo
confirmó, se cree que Zavala los delató ante las autoridades, ya que cuando los
hermanos Carreto llegaron al convento, fueron recibidos por frailes y soldados.
Se
convirtió en una serie de chispas surgidas por el choque de las espadas en la
trifulca, y los hermanos Carreto, ante el desigual combate, decidieron
retirarse y planear otra manera para sacar a su hermana.
Al
día siguiente, la hermana María Carreto, fue notificada por las superioras del
convento, de lo sucedido con sus hermanos, entonces ella les pidió que la
dejaran irse sin problemas y evitar más enfrentamientos, pero las superioras se
enojaron mucho y la castigaron encerrándola en su celda, y poco después,
pensando en evitar otro ataque por parte de los hermanos, trasladaron a María
Carreto al convento del Carmen, en San Ángel, en donde te nía que cumplir la
sentencia de quedar encerrada en solitario hasta su último suspiro.
Por
su parte, los hermanos no estaban dispuestos a dejar la situación de esa
manera, así que sobornaron a dos legos del convento para que los dejaran entrar
y rescatar a su querida hermana.
Después
de llegar al arreglo mediante una cuantiosa cantidad de dinero, los hermanos
ingresaron al lugar a la media noche, todo iba marchando bien, y estando muy
cerca de la celda en donde se encontraba su hermana, fueron sorprendidos por el
fraile que vigilaba durante lo noche, quien inmediatamente dio la alarma de que
había intrusos en el convento.
Nicolo
y Vittorio Carreto fueron atrapados y encerrados en las mazmorras que eran
utilizadas para castigo. Poco después se dictó la condena a la que fueron
sentenciados.
A los
legos que ayudaron a los hermanos, se les castigó según la justicia de
jeremías, que se menciona en el capítulo 48, versículo 10, y fueron emparedados
con vida.
María
y sus hermanos, fueron sometidos según lo sentenció Job, capítulo 5, versículo
26.
Finalmente
los tres fueron emparedados, y con el tiempo sus cuerpos se momificaron.
Para
finalizar la leyenda, se dice que durante las noches, todos los participantes
de este acto tan cruel, bajo sus apariencias momificadas, reviven el proceso
que culminó en su cruel destino.